Por: Gabriel Zaid
La poesía católica moderna sigue haciendo milagros. En Italia, en un manicomio, un médico le recomienda a su paciente que escriba poemas. Lo que pudo ser simple terapia desemboca en auténtica creación.
Alda Merini (1931-2009) pasó de los electrochoques a una poesía intensa y original celebrada por Montale, Quasimodo y Passolini. Ese reconocimiento, el de la Academia Francesa que la propuso para el premio Nobel, su enfermedad, el morbo de los periodistas fascinados por su inteligencia, humor y desenvoltura en las entrevistas (que abundan en YouTube) la volvieron famosa (está en la Wikipedia en 17 idiomas). Nació en la pobreza y murió casi indigente, con ánimo franciscano.
Su poesía es confesional. Recuerda los infiernos de Robert Lowell (1917-1977), otro poeta católico moderno y hospitalizado por la misma enfermedad mental (trastorno bipolar), aunque vivir entre el entusiasmo y el desánimo, no parece cosa de locos, sino de la vida normal.
En español, sus libros han sido traducidos sobre todo por Jeannette L. Clariond, que publicó en España La tierra santa (Pretextos, 2002) y Baladas no pagadas (La Poesía, 2005); y en su propia editorial, Vaso Roto (Monterrey-Barcelona), Cuerpo de amor (2009), Magnificat (2009), La carne de los ángeles (2009), Francisco. Canto de una criatura (2014) y la selección Cuerpo del dolor (2017). Tiene en prensa Padre mío y en preparación Delito de vida. De la selección son los poemas reproducidos con su autorización.
Vaso Roto es un oasis de inteligencia, buen gusto y amor a la poesía. Todas las ediciones de Merini son bilingües, con el poema en italiano a la izquierda y la traducción en la página opuesta. Cuerpo del dolor, encuadernado incluye reproducciones a todo color de cuadros de la Colección de Arte Moderno de los Museos Vaticanos. Detalle mejorable: los poemas merecen un tipo más grande.
La traducción es excelente. Tiene los méritos del traductor profesional y la afinidad de una amiga, poeta por sus propios méritos.
POEMAS DE ALDA MERINI Traducidos por Jeannette L. Clariond
Locura Los ángeles curan las llagas del que cae e inconscientemente se lastima por amor, pues el amor, que es la tragedia del hombre, es también tragedia divina, cuando, en un ímpetu de violencia, Dios creó no tanto el amor sino la locura del amor.
Presencia ¿Qué es la Nada, me decías, sino la presencia de Dios que se revela en nuestro vacío, ese espacio hueco creado en nosotros por Dios para extender su voz sin límites
Al escuchar esa voz oscura te enamorabas. En tu amor por Dios caíste como en una trampa. Somos prisioneros de Dios, poetas de la Nada que se alzan para dar testimonio de su presencia.
Asís Yo, Francisco, me he convertido en el juglar de Dios, pero a mi viejo caballo el que murió junto a mí, lo sigo soñando.
Era un animal lleno de miedo, era mi cuerpo. Lo dejé morir en la esquina de las calles, y sólo entonces sentí el innoble hedor de mis vicios, de mi violencia.
Me convertí en el vértice de la caridad porque Dios un día sin que yo lo mereciera se inclinó sobre mí y besó mis manos.
María Si alzaba las manos, sus dedos se volvían pájaros; si movía sus pies llenos de gracia, la tierra se hacía manantial. Si cantaba, todas las criaturas del mundo guardaban silencio para escuchar su voz. Pero también sabía estar solemnemente muda. Sus ojos nacidos para la caridad, exentos de cualquier fatiga, no se cerraban jamás, ni de día ni de noche, porque no quería perder de vista a su Dios.
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