Amonites, Hotel Ambosmundos, México, 2004.
Todo principio es blanco.
La poesía es destierro, al origen.
Sola se mueve el alma cuando acompañada.
Breve el tiempo, la flor; eternidad la abeja.
Más que creación, asunción de lo creado.
El hallazgo es la invención de lo vivido.
Era el peregrinar su morada, su linterna.
Toda luz moviliza la raíz.
Todo destino tiene su destino.
La sombra, sin límite, ardería.
Sólo una mirada que siente salva.
La voz se hunde en la voz como la desnudez en la desnudez.
Fuerte es la sombra de buena luz.
Sacia mejor la sed que el agua, cuando acompaña.
Dios le dio alas a la necesidad.
El deseo, ese espejo naciente.
La empatía, colocar el tiesto en sano sitio.
Se tiene lo que se puede, se puede lo que bien se desea.
En la tiniebla, presiente el fulgor el astro.
¿Quién en oscuro viento acepta las circunstancias?
A la orilla somos llevados por la llaga.
Cómo alumbra un corazón arado.
Al límite, desvanecerse.
Fija la sombra, todo es resuelta transparencia.
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